miércoles, 27 de mayo de 2020

Mensaje del Sr. Arzobispo a las Hermandades de la Archidiócesis

A los Consejos de Hermandades, a los Hermanos Mayores, Juntas de Gobierno y miembros de las Hermandades de la Archidiócesis.
Queridos Hermanos y Hermanas:
Os escribo estas líneas para saludaros fraternalmente y aseguraros que en los tres últimos meses me he acordado muchas veces de vosotros y os he encomendado al Señor. En las pasadas semanas he escrito tres cartas a los sacerdotes, otra a las monjas de clausura, una más a los seminaristas y también a los voluntarios de Cáritas y de las diputaciones de caridad de vuestras corporaciones. Era consciente de que en estas circunstancias os debía una carta por lo que representáis en la vida diocesana. Estamos viviendo todavía un periodo de sufrimiento grande por la gran desgracia que nos ha visitado, con millares de muertos en circunstancias bien dolorosas, familias destrozadas, miles de enfermos y el sistema nacional de salud sobrepasado y colapsado. Estamos siendo testigos también del miedo y el sufrimiento de nuestros ancianos, muchos de los cuales han muerto en asilos y residencias sin posibilidad de ser hospitalizados. Estoy seguro de que todas estas situaciones han estado acompañadas por la oración de todos vosotros a vuestros sagrados titulares.
El confinamiento ha alterado significativamente la vida de vuestras corporaciones. Con mucho dolor, pero con serenidad, buen estilo y espíritu de obediencia a las disposiciones de la autoridad eclesiástica, que yo os agradezco, habéis tenido que suspender vuestras estaciones de penitencia y vuestros cultos.
Aunque no haya habido cultos externos, habéis aprovechado con gran creatividad instrumentos tecnológicos elementales para que no decayera la primera finalidad de vuestras corporaciones, el culto a vuestros sagrados titulares, con eucaristías en los domingos de cuaresma, en el triduo pascual y en los domingos de pascua. Sé que habéis tenido también otros actos de culto y de devoción, buscando siempre la gloria de Dios y el bien espiritual de vuestros hermanos. Como os he dicho muchas veces, los cofrades debéis ser cristianos cabales y de calidad, los mejores cristianos, hombres y mujeres de vida interior, de fe y de oración, que frecuentan los sacramentos, sobre todo la penitencia y la eucaristía, y que aspiran a la santidad.
Sin olvidar la necesidad de la formación, el apostolado y el anuncio de Jesucristo a nuestros hermanos, os encarezco especialmente la cercanía a los pobres, que de nuevo se multiplican en nuestros barrios, y que van a crecer en las próximas semanas. No olvidéis que en el origen de vuestras instituciones en la baja Edad media está el servicio a los pobres y a los que sufren. Bien sé yo que vuestros recursos van a ser más limitados. Aguzad la imaginación de la caridad para ayudarles, unid fuerzas entre hermandades cercanas, estad cerca de las Cáritas parroquiales, preocupaos también de los conventos de clausura… y no bajéis la guardia pues las necesidades van a crecer exponencialmente en los meses inmediatos.
Una vez más quiero manifestaros mi aprecio, mi afecto y mi reconocimiento por el servicio espléndido que prestáis a la Iglesia como dique ante la secularización de la sociedad, mostrando el Evangelio en la calle sin miedo, sin vergüenza y sin complejos, y ejerciendo ejemplarmente el servicio de la caridad.
Os encarezco que cuidéis la comunión fraterna. La Iglesia es comunión pues tiene como principio fontal la comunión trinitaria, en la que tres personas distintas son un mismo y único Dios. Cuidad la comunión en el seno de cada corporación. Las divisiones, personalismos y rivalidades desacreditan a vuestras instituciones y dañan también a la Iglesia. De ahí la responsabilidad de quienes las protagonizan. Cuidad también la comunión con espíritu de familia en el seno de los Consejos, importantes instrumentos de información, ayuda y coordinación.
Pido al Señor y a nuestra Madre, la Santísima Virgen, adornada con los más preciosos títulos en vuestras corporaciones, que os ayuden a actuar siempre con espíritu colegial y de consenso, buscando el mayor bien de las Hermandades y de la Iglesia. Les pido también que cese la epidemia que nos aflige y que pronto podamos volver a la vida ordinaria, gozosa y fecunda, en el seno de nuestra Hermandades.
Para vosotros y para vuestras familias, mi abrazo fraterno y mi bendición. Afmo. en el Señor,
+ Juan José Asenjo Pelegrina, Arzobispo de Sevilla
Sevilla, 26 de mayo de 2020

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